
Ese 12 de octubre no funcionó más el bla, bla, bla. La paciencia aborigen se terminó y entonces, los Caciques decidieron guardar las camionetas en los galpones. Al menos por ese día.
Para negociar, el Mogarca envió un súbdito. Cerca del mediodía, cuando las panzas empezaban a pedir la mandioca habitual, llegó el Emérito Zúperi.
- Buenas y santas, dijo el caído del catre.
- No son buenas… y no hay santas presentes para usted, dijeron algunos sobresaltados.
- Epa! Sólo vengo a dialogar… en son de paz… en serio.
- Mire, el horno se sale de la vaina para los bollos. A usted lo salva el diálogo de nuestros Caciques.
- Mejor así. No hay porqué parar muchachos. Piensen – decía tocándose el casco blanco –, están poniéndose del lado de los “chorros”; además, están siendo carne de cañón de una maniobra política. Sus Caciques quieren hacer política y están aprovechando esta situación. Para qué se exponen. El Mogarca tiene listos en su escritorio de maconia alrededor de 100 despidos hechos con hojas de coco. De verdad. Vengo a reconquistarlos o a notificarles el próximo genocidio negrero.
- ¡¿Ah sí?! Mire, acá los chorros son ustedes – dijo enfático un indio chiquito...
- Pero no les voy a permitir esa acu…
- No, – saltó otro indio envalentonado – no le vamos a permitir a usted que trate de chorros a los de nuestra raza. Ustedes inventan causas, roban horas extras en la p

- Nos están sacando trabajo para dárselo a otros nativos a los que les pueden pagar menos, nos persiguen hace un año…– se sumó otro.
- Eso es mentira – exclamó el Emérito Zúperi acariciándose la blanca barba –. No digan estupideces, si nosotros no perseguimos a nadie.
- Eso es una mentira verdadera – vociferó una aborigen indignada –, a mí no me mandaron el gurú sanador cuando lo pedí y después no me justificaban la licencia porque él no me había visto. Claro, estoy afiliada.
- Tribu, tribu. Esas minucias las estamos arreglando poco a poco. Además, no pueden negar que estamos mejor que antes, veamos lo positivo.
Mientras decía esto último, se frotaba los dedos índice y pulgar.
- Eso es mierda – se desbocó un indio desubicado –; esa paga está arreglada desde el virreinato, va en cuotas y por afuera de la bolsa neta… – el aborigen tomó aire y dijo: “además esto es una cuestión humana”.
El Emérito Zúperi no entendió qué quiso decir y respondió: “Si es humano, consideren nuestra reconquista, sino estarán todos afuera”.
- Váyase con las amenazas a otro lado “señor Zuperado”. Vaya y dígale a sus dueños que no vamos a parar hasta que nuestros compañeros estén de nuevo con nosotros.
Zúperi ahora creyó entender y se fue contento. Tenía camino libre para firmar cualquier acuerdo y los indios para proseguir su lucha.